En un país donde la memoria colectiva parece tener fecha de vencimiento y la justicia una lista de precios, se reabre la herida que nunca sanó: el envenenamiento masivo con dietilenglicol, una de las tragedias más atroces de la historia reciente de Panamá.
97 muertos. 407 vivos, pero enfermos de por vida.
Ese es el saldo oficial del expediente clínico del Centro Especial de Toxicología, donde se resguardan los casos de los afectados por medicamentos contaminados con una sustancia letal: el dietilenglicol, un solvente industrial tóxico utilizado comúnmente en anticongelantes. Esa sustancia, por negligencia, corrupción o codicia, terminó dentro de jarabes y medicinas distribuidos por la Caja de Seguro Social entre 2003 y 2006.
Y aunque han pasado casi dos décadas, el dolor no ha prescrito.
Los que sobrevivieron, lo hicieron con secuelas neurológicas, renales, hepáticas y psicológicas devastadoras.
Algunos perdieron la vista. Otros la capacidad de caminar, de trabajar, de vivir con dignidad. Muchos han tenido que aprender a orinar por sonda, a vivir con dolores constantes, a ser dependientes de terceros para cosas tan básicas como vestirse o comer.
Aún hoy, en 2025, el sistema de salud les da la espalda. Hay medicamentos que no les llegan. Atención especializada que no reciben. Indemnizaciones que nunca fueron justas.
Y en medio de este escenario de dolor y abandono, una nueva bofetada a la moral del país: el empresario Teófilo Gateno, vinculado directamente a la cadena de importación del veneno mortal, recibió el beneficio de país por cárcel. Estuvo recluido brevemente en una celda privilegiada, con aire acondicionado, en la Dirección de Investigación Judicial, mientras los enfermos se retuercen en camas sin colchones en hospitales del interior, sin fisioterapia ni recursos para una vida digna.
Ahora, un tribunal le permite caminar libremente por el país entero. Sin brazalete. Sin vergüenza.
¿Y las víctimas?
Muertas. O vivas, pero atrapadas en un cuerpo que ya no les responde.
Este no es solo un error judicial. Es una infamia.
Es la confirmación de que en Panamá hay una justicia para los pobres y otra para los poderosos. Que quien tiene chequera, apellido o conexiones, puede literalmente envenenar a una nación… y luego irse a casa a descansar.
Cada paso que dé Teófilo Gateno en su libertad será un insulto a los que no pueden dar un solo paso sin ayuda.
Cada mañana que despierte en su cama será una afrenta a los que no despiertan más.
Cada comida caliente que pruebe será una cachetada a los que no pueden ni tragar sin dolor.
- Porque mientras él disfruta del “país por cárcel”, hay cientos que viven en cuerpo por prisión.
- Presos en una vida que no eligieron.
- Presos en un país que no les hizo justicia.
- Presos de una tragedia que no se olvida.
Crónica de una infamia.