Editorial: Los peligros de romper la Democracia

Editorial: Los peligros de romper la Democracia

En la historia de las naciones, hay capítulos oscuros que se abren con el disfraz de la legalidad, pero que terminan en el abismo del autoritarismo o el caos institucional. Hoy, Panamá enfrenta una amenaza velada, pero real: un intento disfrazado de legalidad para interrumpir el mandato constitucional del presidente José Raúl Mulino.

Se habla de recolectar firmas, de subterfugios parlamentarios, de figuras legales que buscan lo mismo que un golpe de Estado: el rompimiento del orden constitucional. A esto hay que llamarlo por su nombre: una afrenta a la voluntad popular, una traición al espíritu democrático y un atentado a la estabilidad de la República.

El presidente Mulino fue electo por la voluntad soberana del pueblo panameño en unas elecciones libres, con amplia participación y bajo la supervisión de organismos independientes. Cuestionar su mandato desde el primer mes de gobierno no es oposición legítima, es desesperación disfrazada de civismo. Es querer ganar con atajos lo que no se logró en las urnas.

El daño que esto le hace al país no es solo político. Inyecta inestabilidad, ahuyenta la inversión, fractura la institucionalidad y debilita la confianza ciudadana en los mecanismos democráticos. Porque si cualquier minoría puede «anular» a un gobierno legítimo, entonces ¿para qué votamos? ¿para qué sirve el sufragio, si no se respeta el resultado?

Panamá necesita avanzar. Tenemos desafíos enormes: una economía que reactivarse, una Caja del Seguro Social que reformar, una crisis global que atender y heridas sociales que sanar. No hay tiempo para juegos de poder ni para agendas personales disfrazadas de legalidad.

Defender la democracia hoy es respaldar al gobierno legítimo, aunque no se coincida en todo con él. Es decir con claridad: nada ni nadie nos robará nuestra democracia. No permitiremos que un grupo minoritario, por más articulado que esté en redes o salones de poder, decida sobre los destinos de millones que votaron en las urnas.

Hoy, más que nunca, el pueblo debe estar vigilante y firme. La democracia no solo se defiende en las urnas, también se protege con conciencia ciudadana, con responsabilidad y con valentía.

Porque romper la democracia es fácil. Reconstruirla es lo verdaderamente difícil.

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