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Ayer, la voz del Estado panameño habló con claridad, firmeza y madurez. El Canciller Javier Martínez Acha, frente a los micrófonos del país y el mundo, reafirmó un principio que nos define como nación desde la firma de los Tratados Torrijos-Carter: la soberanía panameña no se negocia.
En un contexto de tensiones diplomáticas y miradas externas, Panamá alza su voz con respeto, pero con determinación. No habrá bases militares en nuestro territorio, y mucho menos una cesión disfrazada de colaboración. Ese capítulo ya lo escribimos y cerramos con dignidad. No podemos volver atrás.
La posición del Canciller Martínez Acha no solo fue un acto de diplomacia responsable, fue también un grito de unidad nacional. En tiempos donde los discursos populistas y las agendas personales amenazan con dividirnos, el gobierno ha trazado una línea clara: por encima de todo, está la Patria.
Hoy más que nunca, necesitamos recordar el ejemplo del General Omar Torrijos Herrera, quien supo que la defensa de la soberanía no se hacía con estridencias ni confrontaciones vacías, sino con inteligencia geopolítica, sumando aliados, hablando con altura, y sobre todo, construyendo consensos internos.
Estados Unidos ha sido y sigue siendo nuestro aliado natural, pero una relación de aliados no puede confundirse con una relación de subordinación. La soberanía no se comparte, se ejerce. Y como bien lo dijo ayer el Canciller: la defensa de nuestra dignidad nacional no debe tener banderas políticas, sino un solo estandarte: el de Panamá.
Es momento de cerrar filas. De mirar más allá de los intereses partidarios y comprender que la defensa del suelo patrio nos convoca a todos. La política exterior debe ser política de Estado, no de campaña. Y en eso, este país tiene una oportunidad histórica de mostrar al mundo su madurez democrática.
Desde este medio, respaldamos la postura del gobierno nacional. No por ideologías, no por simpatías, sino por principios. Porque en los grandes momentos, las grandes decisiones se toman desde la unidad.
Y hoy, la unidad nacional se llama soberanía.
A quienes quieran usar este momento para sembrar odio o ganar aplausos fáciles: les recordamos que la historia no aplaude al que divide, sino al que construye.
Panamá es un país de paz, pero también de carácter.
Es un país de diplomacia, pero también de convicción.
Y es un país pequeño en territorio, pero inmenso en dignidad.
¡La soberanía no se discute, se defiende!
Y hoy, como ayer, como siempre… Panamá primero.
