Por: Aldo López Tirone
Empresario, orador y defensor del Marketing de Relaciones
En la historia de las naciones, hay momentos donde el rumbo geopolítico define no solo el presente económico, sino también la soberanía y el alma de un pueblo. Panamá está frente a uno de esos momentos. Debemos decidir, con claridad y sin titubeos, si queremos fortalecer nuestra alianza natural con Estados Unidos, una nación democrática con la que compartimos historia, valores y oportunidades reales de desarrollo, o seguir coqueteando con una potencia imperialista como China, que opera con una agenda silenciosa, pero devastadora: la compra de voluntades mediante el dinero, la manipulación económica y la colonización silenciosa de naciones enteras.
Una Alianza Natural Forjada en la Historia
Estados Unidos y Panamá tienen una historia en común que, aunque con claroscuros, ha sido profundamente entrelazada. No se puede hablar del Canal de Panamá, del desarrollo de nuestras telecomunicaciones o del fortalecimiento institucional sin mencionar el respaldo, la inversión y la influencia norteamericana.
Sí, hubo momentos duros. La lucha por nuestra soberanía, los mártires del 9 de enero, la Invasión del 89. Pero también hubo momentos de construcción, transferencia tecnológica, crecimiento financiero y, sobre todo, libertad. Porque si algo distingue a Estados Unidos es que, con todos sus errores, no impone dictaduras ni somete pueblos mediante préstamos envenenados.
Nuestra educación, cultura empresarial, sistema financiero y relaciones multilaterales están más alineadas a Occidente, y particularmente a los Estados Unidos, que a cualquier otro actor global.
China: El Imperio del Siglo XXI con una Chequera Cínica
A diferencia de la transparencia —aunque imperfecta— de las democracias occidentales, China actúa con oscurantismo político y control autoritario, tanto en casa como en el extranjero. Su modelo de expansión global no se basa en la cooperación, sino en la dependencia silenciosa. Basta mirar el «modelo de la trampa de deuda» en África, Asia y América Latina: construyen infraestructuras, ofrecen préstamos aparentemente blandos, y cuando los países no pueden pagar… toman el control.
Ya lo vivimos en Panamá con empresas chinas ganando licitaciones millonarias bajo condiciones poco claras. El caso de la Línea 3, las zonas logísticas en Colón, las telecomunicaciones y hasta los intereses por entrar en la administración de puertos: todo responde a una agenda estratégica del Partido Comunista Chino (PCCh), no a una relación de hermandad entre pueblos.
China no invierte por altruismo. Invierte para penetrar, silenciar y controlar.
China No Compra Alianzas, Compra Conciencias
El verdadero peligro no es solo económico. Es moral y político. China está comprando conciencias: políticos, empresarios, universidades y medios de comunicación. A través de fundaciones, becas, financiamiento de proyectos y regalos diplomáticos, se infiltra en las estructuras de poder para sembrar una narrativa: la de un imperio benevolente.
Pero detrás de esa narrativa se oculta la represión en Hong Kong, los campos de concentración para uigures, la censura brutal a la disidencia, y un modelo de Estado que privilegia el control totalitario por encima de la dignidad humana.
¿Queremos nosotros como panameños vender nuestra alma por infraestructura? ¿Vale más un estadio nuevo que nuestra soberanía digital, educativa y cultural?
Estados Unidos: Imperfecto, Pero Democrático
Estados Unidos no es un santo, y sería ingenuo afirmarlo. Pero al menos hay contrapesos institucionales, prensa libre, justicia independiente y mecanismos de rendición de cuentas. Panamá necesita eso: transparencia, cooperación técnica, inversión que cree empleos de calidad, y acceso a los mercados más grandes del mundo en condiciones limpias.
Una alianza estratégica con EE. UU. puede significar más que ayuda económica: puede significar modernización educativa, transferencia tecnológica, reforzamiento del Estado de derecho, y sobre todo, defensa frente a otros imperios, como el chino, que se expanden bajo la sombra.
¿Cuál es el Futuro que Queremos para Nuestros Hijos?
¿Queremos que Panamá siga siendo un faro de libertades, de relaciones transparentes, de oportunidades, o estamos dispuestos a hipotecar nuestra independencia a cambio de carreteras y puertos administrados por una potencia totalitaria?
La pregunta no es menor. Estamos frente a un dilema civilizatorio.
No se trata solo de izquierda o derecha, ni de diplomacia o comercio. Se trata de quién marca el rumbo de nuestra nación.
Hora de Reafirmar Nuestra Alianza Natural
El reto está planteado. Panamá no puede seguir navegando entre dos aguas sin definir su alma. Necesitamos liderar con carácter, con visión y con dignidad. Debemos mirar al norte, no por sumisión, sino por convicción. Porque con Estados Unidos nos une la historia, los valores y el modelo de vida que defendemos.
China podrá tener dinero, pero no tiene alma libre. Y el alma panameña no está en venta.
Panamá debe volver a mirar a su socio natural. Es momento de decirle sí a la libertad, y no al imperialismo moderno disfrazado de inversión.