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Es indignante ver cómo el expresidente Martín Torrijos intenta ahora levantar banderas de soberanía nacional, cuando fue precisamente él quien, en su mandato, firmó acuerdos que entregaron funciones estratégicas de seguridad a agencias estadounidenses como el FBI y la DEA. Hoy, pretende atacar el memorándum de entendimiento con el Comando Sur de Estados Unidos, olvidando —o queriendo ocultar— que su gobierno firmó pactos aún más comprometedores.
¿Dónde estaba su patriotismo cuando permitió la instalación de técnicos norteamericanos con inmunidad diplomática, exoneraciones fiscales y beneficios especiales? ¿Por qué calló cuando se entregó territorio, datos e instalaciones para operaciones extranjeras en suelo panameño?
Bajo su administración, el 13 de marzo, se firmó una carta de entendimiento con la entonces embajadora estadounidense Barbara Stephenson, mediante la cual Panamá aceptó el ingreso de personal del gobierno de EE.UU. con familias incluidas, protegidos por inmunidad y exentos de impuestos y seguridad social. Todo esto bajo el marco de la Iniciativa Mérida para supuestamente combatir el narcotráfico.
Y eso no fue todo. Torrijos también permitió:
Que el FBI instale estaciones remotas de intercambio de huellas digitales en Panamá.
Que la DEA entrene y dirija unidades nacionales en investigaciones “sensitivas”.
Que Estados Unidos provea, equipe y guíe directamente operaciones policiales panameñas.
Que asesoren y capaciten sobre el control de cárceles, sin que Panamá tuviera verdadera soberanía sobre esos procesos.
Por si fuera poco, en 2005 su gobierno firmó otro acuerdo, esta vez con el Departamento de Estado norteamericano, para permitir el rastreo por radar en tiempo real del espacio aéreo panameño. El objetivo: localizar, identificar, rastrear e interceptar aeronaves en nuestro cielo, con ayuda logística, comunicaciones, equipo y mando estadounidense. ¿Y eso no era ceder soberanía, señor Torrijos?
Hoy, con descaro, se presenta como defensor de la independencia nacional. ¡Eso es doble moral! No puede condenar hoy lo que ayer promovió, permitió y firmó.
El pueblo panameño merece transparencia, coherencia y memoria. No más politiquería barata ni manipulación del discurso patriótico para conveniencia personal. Panamá no olvida, y tampoco se deja engañar.
Opinión: Carlos Castillo – Periodista
