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La inteligencia artificial general (AGI) se vislumbra en el horizonte, según advierten líderes tecnológicos, generando un debate crucial sobre su impacto y la preparación de la sociedad. Figuras prominentes como Sam Altman, CEO de OpenAI, y Demis Hassabis, CEO de Google DeepMind, han expresado su convicción de que la AGI está cada vez más cerca, aunque persisten interrogantes sobre su definición, regulación y consecuencias.
Sam Altman, de OpenAI, ha afirmado con seguridad que saben cómo construir AGI, proyectando que OpenAI podría alcanzar este hito en los próximos cinco años. Sin embargo, advierte que el impacto social podría ser inicialmente sutil. Demis Hassabis, de Google DeepMind, se muestra más cauto, expresando preocupación por la falta de preparación social y situando la llegada de la AGI en un plazo de cinco a diez años.
Dario Amodei, CEO de Anthropic, prefiere hablar de «IA poderosa», comparando su avance con un «país de genios en un centro de datos», y considera factible alcanzar este nivel para 2026. Leopold Aschenbrenner, ex empleado de OpenAI, predice que las máquinas superarán a muchos graduados universitarios para 2025 o 2026, y que la superinteligencia será una realidad hacia el final de la década, con consecuencias que podrían variar desde la liberación total hasta la extinción de la humanidad.
El debate sobre la AGI no se limita a sus posibilidades, sino que también aborda los riesgos inherentes. Roman Yampolskiy, investigador en seguridad de IA, advierte sobre una alta probabilidad de que la IA acabe con la humanidad, sugiriendo que la única forma de evitarlo sería detener por completo su desarrollo. Hassabis también ha expresado inquietud por la rapidez del avance tecnológico y la falta de mecanismos para garantizar el control humano.
Mientras tanto, la inteligencia artificial ya está transformando sectores como el empleo y la educación. En el ámbito laboral, las empresas están recurriendo a la IA para aumentar la productividad, lo que ha llevado a la reducción de plantillas humanas y a la creación de nuevos empleos relacionados con esta tecnología. En educación, la IA ha demostrado superar a los estudiantes en exámenes estandarizados, lo que plantea la necesidad de replantear los métodos de evaluación y el valor de la interacción humana en el aprendizaje.
La falta de una definición universalmente aceptada de AGI complica el debate y alimenta la confusión pública. Sam Altman ha reconocido que el término se ha devaluado, describiendo una amplia gama de interpretaciones sobre lo que realmente significa. La narrativa actual sobre la AGI se asemeja a los discursos históricos sobre la automatización, con entusiasmo por el progreso tecnológico y temor a la pérdida de control humano.
No obstante, algunas voces se muestran optimistas. Jason Warner, CEO de Poolside, considera que la AGI puede ser una herramienta de apoyo para los trabajadores jóvenes, facilitando el aprendizaje y el desarrollo profesional. Warner argumenta que, en lugar de reemplazar empleos, la AGI podría potenciar el crecimiento de la fuerza laboral y ofrecer oportunidades de capacitación personalizadas.
La preocupación por el impacto de la IA en el empleo es compartida por amplios sectores de la sociedad. Estudios revelan que un porcentaje significativo de la fuerza laboral teme que la IA afecte negativamente sus oportunidades laborales, especialmente entre los trabajadores de ingresos bajos y medios. Ante esta incertidumbre, expertos y analistas recomiendan prepararse y adaptarse a los cambios que la inteligencia artificial ya está generando, desarrollando habilidades relacionadas con la IA y manteniéndose informado sobre los avances tecnológicos.
