El tono que presenta el agua en ríos, lagos y océanos no es una simple cuestión estética, sino que proporciona valiosa información sobre su contenido y posible contaminación, según explican expertos en recursos hídricos.
La física detrás de los colores acuáticos
El agua que consideramos potable suele parecer transparente, pero los cuerpos naturales de agua contienen numerosas partículas suspendidas que interactúan con la luz solar, determinando el color que percibimos.
«Las partículas pueden absorber la radiación solar o reflejarla en diferentes direcciones mediante un proceso conocido como dispersión», señalan los especialistas. Lo que vemos es precisamente la radiación que se dispersa fuera de la superficie del agua.
Dependiendo de su composición, cada cuerpo de agua presenta características distintivas:
- Aguas con alto contenido de sedimentos: Como el río Misuri en Estados Unidos, retrodispersan la luz en tonos amarillos y rojos, dándole un aspecto anaranjado y turbio.
- Aguas puras: Retrodispersan la luz en el rango azul, como ocurre en el lago del Cráter en Oregón, que se alimenta únicamente de lluvia y nieve.
- Aguas poco profundas y claras: Adquieren tonos turquesa cuando la luz se refleja en fondos blancos y arenosos, como en muchas islas caribeñas.
- Aguas con materia vegetal: La clorofila absorbe la luz azul y dispersa la verde, especialmente en zonas que reciben escorrentía con fertilizantes.
- Aguas con materia orgánica disuelta: Procedente de organismos en descomposición o desechos, absorben la mayor parte de la radiación y aparecen muy oscuras.
Un indicador natural de problemas ambientales
El color no solo revela la composición del agua sino que puede advertir sobre riesgos para la salud. Un exceso de nutrientes combinado con altas temperaturas puede provocar floraciones de algas tóxicas, peligrosas tanto para los ecosistemas acuáticos como para los humanos.
Investigadores de la Universidad de Carolina del Norte monitorean el lago High Rock mediante muestras de agua y fotografías satelitales para crear mapas de calidad que ayudan a las autoridades a rastrear los niveles de clorofila y advertir al público sobre posibles floraciones nocivas.
«Estos datos son fundamentales para desarrollar nuevas normativas que contribuyan a mejorar la calidad del agua», afirman los científicos, demostrando cómo un simple vistazo al color puede ser el primer paso para identificar y resolver problemas de contaminación en nuestros recursos hídricos.