El presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Herrera, ha decidido ir más allá de su poder legislativo para intentar conquistar también el liderazgo del Partido Panameñista. Su nómina, presentada para renovar la dirección del colectivo, refleja una mezcla peligrosa entre la política partidista y el poder institucional que controla desde la Asamblea.
El poder desde adentro
La lista que encabeza Herrera no es una propuesta de renovación, sino una consolidación del clientelismo político. Diputados, funcionarios de la Asamblea y autoridades locales se reparten los principales cargos, lo que deja al descubierto una estructura más enfocada en preservar privilegios que en oxigenar el partido fundado por Arnulfo Arias.
Acompañan a Herrera figuras como Ariana Coba, diputada de Bugaba y Tierras Altas, quien busca la primera vicepresidencia, y Francisco “Panchito” Brea, diputado por Veraguas, aspirante a la segunda vicepresidencia. Ambos forman parte del engranaje legislativo que sostiene al actual presidente del Parlamento, lo que sugiere que el verdadero motor de la nómina es el poder interno más que la ideología panameñista.
De los despachos a la dirigencia
Llama la atención que buena parte de los postulados ocupen puestos en la planilla de la Asamblea Nacional, lo que plantea serios cuestionamientos sobre el uso del poder público para fines partidistas.
Por ejemplo, Ericka González, aspirante a la Secretaría General, fue directora de la Autoridad Nacional de Descentralización durante el gobierno de Juan Carlos Varela, y actualmente es representante de El Muñoz en Los Santos.
En tanto, Martín Sucre, postulado a la primera subsecretaría general, no solo es esposo de una funcionaria de la Asamblea con salario de $5,000 más $1,000 en representación, sino que es parte de esa red de vínculos familiares y políticos que refuerzan la influencia de Herrera dentro del Legislativo.
La historia se repite con nombres como Itzi Atencio, suplente del expresidente Varela en el Parlacen, y Ilka Varela de Barés, exdirectora de Migración y exembajadora, quienes ahora buscan espacio en la dirigencia del partido. Todo apunta a una reconfiguración del panameñismo desde la planilla legislativa.
El rostro del continuismo
Lejos de ser una muestra de democracia interna, la propuesta de Herrera parece un intento por amarrar el poder político con el institucional. La nómina está plagada de funcionarios que dependen económicamente del aparato legislativo, como Iraida Grael (asesora legal con salario de $2,500), Georgina Cubas (asistente administrativa con $5,000 mensuales), Nayiska Pimentel (asesora técnica con $3,000) y David González (asistente administrativo con $3,000).
Estos vínculos financieros y políticos erosionan la independencia del partido y lo convierten en una extensión del poder legislativo, donde la lealtad parece medirse más por el monto en la planilla que por la convicción ideológica.
Un liderazgo que divide más que une
El Partido Panameñista atraviesa una de sus crisis más profundas, y la jugada de Herrera no parece orientada a reconstruir el espíritu arnulfista, sino a perpetuar la estructura de poder que domina desde el Estado.
Más que un movimiento de renovación, esta nómina parece un reflejo de cómo el poder se recicla y se protege entre los mismos nombres, dejando poco espacio a las bases, a las ideas y al verdadero debate político.