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En tiempos donde la empatía y la acción social se hacen más necesarias que nunca, Maricel de Mulino, Primera Dama de la República de Panamá, se ha convertido en una figura clave en la atención a los más vulnerables. Su presencia no es ceremonial ni simbólica: es una Primera Dama activa, comprometida y cercana. Su sello personal se siente en cada rincón del país, y especialmente donde antes solo llegaba el olvido.
En un hecho histórico, la Primera Dama visitó recientemente la isla de Otoque, en el Golfo de Panamá, una comunidad que jamás había recibido la visita de una Primera Dama en la historia republicana. Este gesto no fue solo una visita institucional, fue un acto de inclusión y de justicia social para panameños que durante décadas han vivido marginados de la atención estatal.
Maricel de Mulino no solo ha enfocado sus esfuerzos en la niñez, sino que ha levantado la voz y la acción por las mujeres, las madres solteras, los adultos mayores y los niños con discapacidad. Su agenda es clara: que nadie quede atrás. Desde programas de salud, jornadas médicas, entrega de alimentos y materiales escolares, hasta espacios de escucha activa con comunidades, su rol ha redefinido el concepto de Primera Dama.
Pero lo más admirable es que no trabaja sola. La acompañan sus hijas, quienes con energía y dedicación se han sumado a este compromiso social. Este trinomio de mujeres al servicio del país ha generado un nuevo paradigma: ya no hablamos solo de una Primera Dama, sino de una “Primera Dama al Cubo”, una fuerza familiar que multiplica el impacto de cada acción, y que inspira a otras familias panameñas a involucrarse en el servicio comunitario.
En medio de una gestión de gobierno que, apuesta por la unidad, la firmeza y el sentido común, el trabajo de Maricel de Mulino representa el corazón social de esa visión. Porque construir un Panamá más justo y humano empieza por mirar a quienes más lo necesitan.
Hoy celebramos su compromiso, su sensibilidad y su valentía. Maricel de Mulino no es solo la esposa del Presidente, es la voz, el oído y el rostro de un Panamá que se levanta desde la base con dignidad y esperanza.
