A menos de un año de haber iniciado su gestión, el gobierno del presidente José Raúl Mulino enfrenta una embestida constante, mediática y digital, que no parece surgir del debate sano ni de la crítica responsable, sino de una estrategia calculada para erosionar su legitimidad y frenar su capacidad de gobernar.
Y es válido preguntarse: ¿quién se beneficia de esta presión organizada y repetitiva?
Lo que vemos no es una simple reacción ciudadana ante desaciertos. Es algo más profundo. Se trata de una narrativa orquestada que pretende instalar la idea de un gobierno autoritario, cerrado o errático, cuando los hechos demuestran lo contrario: este es un gobierno que habla cada semana, que ha heredado un país en evidente desorden institucional y que, paso a paso, busca recuperar el rumbo.
El contraste con la administración anterior es notorio. Mientras antes predominaba el silencio y la desconexión, hoy hay presencia, decisiones y comunicación. Se están tomando medidas difíciles, sí, pero necesarias para poner orden en sectores clave como la Caja del Seguro Social, la inversión pública, la educación y la seguridad. Y todo gobierno que decide ordenar lo que otros dejaron al borde del colapso, inevitablemente pisa intereses.
¿Es esta una conspiración de la izquierda ideológica? ¿Una reacción de sectores empresariales que se sienten desplazados o incómodos por los cambios? ¿Una operación de desgaste por parte de adversarios políticos que no aceptan haber perdido el poder? ¿O es una convergencia de todos estos actores?
Es probable que estemos ante una combinación peligrosa: agendas ideológicas, intereses económicos y cálculos políticos que, desde diferentes frentes, buscan debilitar la institucionalidad y el mandato legítimo que el pueblo otorgó en las urnas.
Desde este medio, hacemos un llamado claro: Panamá necesita unidad, no sabotaje. Necesitamos más crítica constructiva y menos conspiración. Más propuestas y menos desinformación. Más patriotismo y menos egoísmo disfrazado de activismo.
El camino de la reconstrucción nacional exige madurez, responsabilidad y visión de futuro. No se puede vivir permanentemente en campaña electoral ni en guerra de trincheras. Este país ya perdió demasiado tiempo en la improvisación y el desgobierno. Hoy necesita avanzar con firmeza y estabilidad.
Como panameños, debemos aspirar a recuperar el progreso, la abundancia y el desarrollo social que en los últimos dos gobiernos se vieron diluidos. Y ese camino solo se alcanza si dejamos de lado las agendas personales y trabajamos juntos, gobierno y sociedad, por el bien común.
PNN seguirá observando con espíritu crítico, pero también con sentido de país. Porque solo con verdad, equidad y compromiso, lograremos el Panamá que todos soñamos.