El gobierno japonés anunció el sábado que ha logrado avances significativos en las negociaciones con Estados Unidos para eliminar los aranceles impuestos por la administración del expresidente Donald Trump. Sin embargo, a pesar del progreso, aún no se ha alcanzado un acuerdo definitivo entre ambas naciones.
Tokio sigue insistiendo en la eliminación total de los gravámenes, incluyendo el arancel general del 10% aplicado a la mayoría de los países, así como los impuestos adicionales sobre automóviles, acero y aluminio. En abril, la administración Trump había anunciado un arancel «recíproco» del 24% a los productos japoneses, pero posteriormente lo suspendió hasta principios de julio, siguiendo una estrategia similar con otros socios comerciales.
Ryosei Akazawa, el enviado comercial de Japón, declaró a periodistas en Washington que «durante la quinta ronda de conversaciones, hicimos más progresos hacia un acuerdo». No obstante, Akazawa admitió que «todavía no hemos podido encontrar un punto de acuerdo».
Japón, un aliado clave de Estados Unidos en Asia y su mayor inversor extranjero, busca resolver esta disputa comercial antes de la cumbre del Grupo de los Siete (G7), que comenzará el 15 de junio en Canadá. Se espera que el Primer Ministro japonés, Shigeru Ishiba, y el entonces presidente Trump sostengan un encuentro bilateral al margen de la reunión.
El gobierno japonés espera alcanzar un acuerdo «lo antes posible», según Akazawa. Sin embargo, las negociaciones podrían extenderse más allá del inicio de la cumbre del G7, manteniendo la incertidumbre en la relación comercial entre ambos países.
El impacto de los aranceles es particularmente significativo para Japón, especialmente el gravamen del 25% sobre los automóviles japoneses, que afecta a uno de los sectores clave de su economía, empleando aproximadamente al 8% de la fuerza laboral del país.
Esta tensión comercial se produce en un momento económico delicado para Japón. En el primer trimestre de 2025, el Producto Interno Bruto (PIB) del país registró una contracción del 0,2%, reflejando una fase de debilidad que añade presión a los responsables políticos en Tokio. Este retroceso en el crecimiento ocurre mientras las autoridades procuran gestionar los efectos de las disputas comerciales, en particular los aranceles estadounidenses, que afectan sectores fundamentales como el automotriz.
A esta coyuntura económica se suma el contexto político, marcado por la cercanía de las elecciones para la cámara alta, previstas para julio. El Primer Ministro, Shigeru Ishiba, debe afrontar unos comicios en medio de señales de insatisfacción ciudadana, ya que el impacto de los aranceles y la desaceleración económica han mermado la popularidad de su administración. El aumento de la presión sobre el jefe de gobierno complica la toma de decisiones e intensifica la urgencia por lograr avances concretos en las negociaciones comerciales.
Las dificultades económicas y el calendario electoral convierten la resolución de la disputa arancelaria con Estados Unidos en una cuestión prioritaria para el gabinete nipón.