¿Nito, Gaby y Solís no sabían…? ¿O es que aquí el Gobierno andaba solo?

¿Nito, Gaby y Solís no sabían…? ¿O es que aquí el Gobierno andaba solo?

Mientras Panamá observa cómo se multiplican las detenciones de funcionarios del gobierno anterior, algo salta a la vista: los que están cayendo son mandos medios, operadores, piezas reemplazables.

Pero… ¿y la cúpula?
¿Dónde están los nombres que realmente importan?
¿Dónde está la responsabilidad política —y moral— de quienes dirigieron el país los últimos cinco años?

Hoy pareciera que la justicia avanza… pero únicamente hasta donde no incomode demasiado. Avanza hasta donde no alcanza al expresidente Laurentino “Nito” Cortizo, ni al exvicepresidente José Gabriel “Gaby” Carrizo, ni al excontralor Gerardo Solís.

Y la pregunta que todo panameño se hace —y que el Gobierno intenta evitar— es simple y brutal:

¿Nito, Gaby y Solís no sabían lo que pasaba?
¿O aquí el Gobierno funcionaba solo?
¿O es que, como siempre, terminan pagando los hijos de la cocinera?

El cuento de que “nadie sabía nada” ya no convence a nadie

Para cualquier ciudadano, resulta imposible creer que los grandes escándalos de corrupción, los desfalcos, las anomalías y los programas inflados del Estado se hicieran a espaldas de quienes tenían el control absoluto de las instituciones.

Porque si es cierto que no sabían, entonces es peor:  dirigieron un país donde los ministros, directores e instituciones actuaban sin supervisión, sin orden y sin autoridad.

Pero si sí sabían —y callaron—, entonces hablamos de complicidad por omisión.

Y la omisión, en política, es una forma elegante de disfrazar la responsabilidad.

El silencio de los responsables huele a estrategia

  • Nito Cortizo está desaparecido del debate público.
  • Gaby Carrizo mantiene un silencio quirúrgico.
  • Gerardo Solís, cuya firma y supervisión eran indispensables en todo movimiento del Estado, se mantiene fuera del radar.

¿Por qué?

Porque mientras los reflectores apuntan a los mandos medios, los verdaderos decisores se mantienen intactos, protegidos por la narrativa de que “ellos no estaban enterados”.

Pero Panamá ya no come cuento. El país sabe que un gobierno no se mueve sin el visto bueno del presidente. Un vicepresidente no es un adorno.  Y un contralor no es un espectador.

O lo sabían todo… o nunca estuvieron a cargo

Aquí solo hay dos opciones:

1. Lo sabían todo

Y permitieron que se hiciera.
No hablaron.
No frenaron.
No denunciaron.

2. No sabían nada

Lo cual sería igual de grave: porque dirigir un país sin enterarse de cómo se manejan los fondos públicos es una negligencia imperdonable.

En ambos casos, la responsabilidad política es ineludible.

El país exige respuestas… no chivos expiatorios

Las detenciones actuales podrían ser un paso hacia la justicia, sí.

Pero si esa justicia solo toca a los operadores y nunca a quienes dirigieron la orquesta, entonces no es justicia: es teatro.

Panamá no necesita más shows.
Panamá necesita saber si:

¿El presidente no sabía lo que hacía su gobierno?
¿El vicepresidente no sabía lo que firmaba, autorizaba o respaldaba?
¿El contralor no sabía qué se aprobaba con su sello?

Porque si no lo sabían, fallaron.
Y si lo sabían, también fallaron.

En cualquiera de los dos casos, la responsabilidad no la pueden endosar a los subalternos.

Ya basta de que en Panamá solo paguen los hijos de la cocinera, mientras los verdaderos responsables disfrutan su retiro político, su silencio estratégico y su cómoda distancia de los hechos.

Conclusión: llegó la hora de mirar hacia arriba

La justicia no puede ser selectiva.
No puede detenerse en las puertas de los despachos importantes.
No puede ser valiente abajo y cobarde arriba.

Panamá exige claridad.
Exige investigación.
Exige nombres.
Exige responsabilidades.

Y, sobre todo, exige una respuesta firme y directa:

¿Nito, Gaby y Solís no sabían lo que pasaba… o nos han tomado por ingenuos?

Porque si la justicia no sube hasta donde debe, entonces no es justicia: es protección.

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