Los Grandes Perdedores del 1 de Julio en la Asamblea

Los Grandes Perdedores del 1 de Julio en la Asamblea

El 1 de julio de 2025 no fue solo una fecha más en el calendario legislativo: fue el escenario donde se expuso, con luces y sombras, la debilidad de un partido que llegó al poder con la promesa de arrasar en las urnas, pero terminó derrotado por sus propias torpezas internas: Realizando Metas (RM).

Lo que debió ser una jornada para consolidar el control institucional del oficialismo, se convirtió en una derrota parlamentaria monumental. Y no por falta de votos, sino por exceso de ego, cálculo errático y soberbia política. Si hubo ganadores circunstanciales en la Asamblea, también quedaron expuestos, sin maquillaje, los grandes perdedores del día: Ricardo Martinelli, Dana Castañeda, Shirley Castañedas y todo el aparato de Realizando Metas.

El error de querer gobernar desde el exilio

Pretender dirigir el juego desde fuera del tablero fue el primer error. Ricardo Martinelli, desde su refugio en la embajada de Nicaragua, subestimó la dinámica política del país y sobreestimó su capacidad de control. Creyó que bastaba con hacer llamadas, apretar botones desde WhatsApp y dictar líneas en redes sociales para mover una Asamblea que hoy tiene actores con agendas propias. No entendió que la política panameña —aunque aún tiene sombras de caudillismo— ya no se rinde tan fácilmente ante un solo nombre.

El expresidente sigue siendo un referente en sectores del país, sí. Pero su figura, rodeada de escándalos judiciales, tensiones diplomáticas y traiciones internas, ya no tiene el peso que tuvo en 2014. El resultado del 1 de julio lo dejó claro: gobernar desde el exilio no es una estrategia; es una ilusión.

Dana Castañeda: una presidencia sin gestión ni resultados

Dana Castañeda llegó a la presidencia de la Asamblea con una fórmula que prometía eficiencia y liderazgo institucional. Lo que entregó fue una administración deslucida, confrontativa y sin visión, más centrada en blindar intereses que en construir consensos.

Su gestión se convirtió en un campo minado de escándalos: desde la resistencia a la fiscalización de planillas hasta el uso político del aparato legislativo. En lugar de tender puentes con las demás bancadas, los dinamitó. Y en política, quien gobierna desde el aislamiento está condenado al fracaso.

El resultado: no logró consolidar lealtades internas ni construir alianzas externas. Y cuando más se necesitaba su capacidad de negociación para retener la presidencia, su figura ya no convocaba respeto, sino distancia.

Shirley Castañedas: la candidata que cargó el peso de Martinelli

Shirley Castañedas pudo haber sido una apuesta audaz. Es capaz, joven, con formación, y —al menos en teoría— podía representar una nueva cara dentro de RM. Pero su nombre llegó a la contienda ya lastrado por el peor de los pesos: el de representar al expresidente Martinelli, con todo lo que eso significa en la Asamblea.

Su postulación fue un error táctico. En lugar de buscar una figura que uniera, se impuso un nombre que dividía incluso dentro del oficialismo. Castañedas fue víctima del “dedo” político y del intento de imponer una figura sin medir el momento, el contexto ni las fracturas internas. No era ella el problema: era todo lo que representaba en una coyuntura que pedía inteligencia estratégica, no lealtades ciegas.

Un partido dividido entre el ego y la oportunidad

Lo más grave es que Realizando Metas tenía opciones para ganar. Con nombres como Chello Gálvez, con peso y liderazgo dentro del Legislativo, o incluso explorando un acuerdo con el partido Alianza o con figuras de Cambio Democrático como Manuel Cohen, se pudo haber armado una mayoría.

Pero la arrogancia pudo más que la razón. En lugar de ceder estratégicamente, como hizo la bancada de VAMOS al declinar su aspiración en favor de una alianza, en RM se optó por imponer. En vez de negociar con inteligencia, se prefirió enfrentar con prepotencia. Y así, el poder se les escurrió entre los dedos.

El 1 de julio no solo perdieron una votación: perdieron la oportunidad de liderar el Congreso y consolidar el proyecto político de Mulino desde el Legislativo.

¡Una lección amarga y necesaria!

Los resultados dejaron muchas lecciones, pero la principal es clara: el poder no se hereda ni se impone, se construye. Y si Realizando Metas quiere gobernar de verdad, debe dejar atrás la nostalgia del caudillo, entender que la Asamblea no se gana solo con números y que los egos, cuando no se administran, son más destructivos que cualquier oposición.

Panamá está cambiando, aunque lentamente. La vieja política de imposiciones ya no siempre garantiza obediencia. Y el 1 de julio fue un espejo que mostró —con toda crudeza— quiénes no supieron leer el momento.

Hoy, Ricardo Martinelli sigue en la embajada. Dana Castañeda perdió la presidencia. Shirley Castañedas fue derrotada. Y RM quedó fuera del control legislativo no por falta de votos, sino por exceso de orgullo.

En política, a veces se gana perdiendo. Pero esta vez, perdieron sin ganar nada.

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