En democracia, los liderazgos verdaderos se miden no solo por lo que dicen, sino por cómo reaccionan ante la crítica. En días recientes, el excandidato presidencial Ricardo Lombana decidió descalificar públicamente a Panamá Noticias Network (PNN) luego de que este medio publicara una noticia que cuestionaba su conducta frente a declaraciones sobre un presunto delito de sedición.
Que un político inconforme con una noticia responda con argumentos es válido.
Pero que recurra al insulto y la deslegitimación de un medio de comunicación revela exactamente lo contrario de lo que predica: intolerancia, molestia ante el escrutinio y una preocupante resistencia a la transparencia.
PNN cumplió su deber: informar lo que dijo un actor político y señalar las implicaciones legales de sus propias palabras. Si Lombana estaba “enterado” —según afirmó— de posibles actos de sedición y no presentó denuncias, el cuestionamiento no solo es legítimo, es necesario. Eso no es opinión; es periodismo.
Lo verdaderamente grave no es la noticia, sino la reacción.
Un líder que aspira a gobernar no puede permitirse atacar a la prensa cada vez que una publicación incomode su narrativa. Hoy fue PNN; mañana puede ser cualquier otro medio que no le resulte conveniente.
La libertad de expresión es un pilar democrático.
Las descalificaciones de Lombana no la debilitan: la exhiben. Y dejan claro que, detrás del discurso anticorrupción y la pose de indignación moral, hay un político que no tolera que lo cuestionen con la misma vehemencia con la que él cuestiona a otros.
En PNN seguiremos haciendo lo que corresponde: informar, investigar y señalar, sin miedo y sin favores.
Porque la democracia necesita prensa libre, aunque a algunos les incomodé.
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