Cuando la gestión pública es eficiente, visible y transformadora, inevitablemente despierta aplausos… y también resistencias. Lo que hoy vive la Alcaldía de Panamá bajo el liderazgo de Mayer Mizrachi es el reflejo de ese fenómeno: una administración que avanza, innova y entrega resultados concretos a la ciudad y a sus ciudadanos, mientras un pequeño grupo de adversarios recurre a demandas sin sustento y a intentos fallidos de revocatoria para tratar de frenar lo que no pueden igualar.
Los hechos son claros y contundentes. Once demandas presentadas, ninguna prosperó. Intentos de judicializar la política que terminaron en el archivo, dejando en evidencia su carácter instrumental y carente de fundamento. A ello se suma una revocatoria que no alcanza ni siquiera 80 firmas, cifra que habla por sí sola del respaldo ciudadano a la gestión municipal y del aislamiento de quienes insisten en el ruido estéril.
Mientras tanto, la ciudad avanza. La administración de Mizrachi ha marcado un antes y un después en la forma de gobernar la capital: orden, ejecución, cercanía con la gente, uso inteligente de la tecnología, transparencia y una visión moderna de ciudad. No es casualidad que su trabajo haya recibido reconocimiento nacional e internacional, ni que Panamá vuelva a figurar como referencia de gestión urbana eficiente en distintos foros.
Los ataques no vienen de la crítica constructiva —siempre necesaria en democracia—, sino de la envidia política de quienes no lograron resultados cuando tuvieron la oportunidad o de quienes jamás los han entregado. Incapaces de competir con ideas, propuestas o gestión, optan por la demanda, la calumnia y la revocatoria como atajos para ganar notoriedad.
La ciudadanía, sin embargo, no es ingenua. Sabe distinguir entre quien trabaja y quien obstaculiza; entre quien construye ciudad y quien vive de la confrontación permanente. Por eso, los intentos por empañar esta administración se diluyen frente a la realidad diaria de una Alcaldía que responde, ejecuta y transforma.
Mayer Mizrachi se ha convertido, para muchos, en el mejor alcalde que ha tenido Panamá en los últimos 30 años, no por discursos, sino por resultados. Y esa verdad, incómoda para algunos, explica por qué hoy es blanco de ataques estériles que no prosperan ni prosperarán.
La historia reciente es clara: cuando un gobernante trabaja bien, la envidia se activa; cuando trabaja mejor que todos sus antecesores, la envidia se disfraza de demanda. Panamá merece seguir avanzando, y la gestión actual ha demostrado estar a la altura de ese desafío.
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