Lo que prometía ser un nuevo capítulo de dignidad barrial terminó convertido en el epílogo triste de una administración fallida. Parque Lefevre, esa comunidad cargada de historia y corazón popular, hoy mira con escepticismo a su representante, Rody Rodriguez, quien llegó al cargo con el estandarte del “cambio independiente”, pero cuya gestión ya huele a cartón mojado, promesas marchitas y basura sin recoger.
Vecinos consultados describen la situación como “decepcionante” y hasta “vergonzosa”. Las luminarias fundidas desde hace meses, las calles rotas que simulan cráteres lunares, y una inseguridad creciente que se pasea con libertad por las esquinas son solo el decorado de un corregimiento olvidado por quien juró defenderlo.
Y es que don Rody, cuya campaña se cimentó en discursos vibrantes, caminatas fotogénicas y promesas de transparencia, parece haberse extraviado entre selfies y excusas. Su despacho, según denuncian varios moradores, se ha vuelto un buzón de quejas sin respuesta. El teléfono suena, pero nadie contesta. El pueblo pregunta: ¿en qué se nos fue el voto?
La cereza en este pastel agrio es el manejo opaco de ciertos fondos comunitarios. Aunque aún sin pruebas contundentes, el rumor de contratos adjudicados a dedo y compras infladas recorre los pasillos de la Junta Comunal como un murmullo persistente. Y ya hay quienes, organizados en silencio, preparan lo impensable: una solicitud de revocatoria de mandato.
“Nos vendieron independencia, y terminamos más atados que nunca”, comenta doña Mirtha, una vecina de 30 años en el barrio. “Rudy se olvidó que esto no era una pasarela de redes sociales. Esto era servicio público. Barrio”.
Mientras tanto, los voceros del representante guardan silencio o repiten el ya cansado guion: “estamos trabajando”. Pero ¿trabajando para quién?
La pregunta queda en el aire, al igual que la basura acumulada en las aceras. Lo que es cierto es que el descontento ya no es un susurro. Es un grito que recorre Parque Lefevre y que podría volverse firma… y luego, revocatoria.