Resumen de la situación
Durante la pandemia del COVID‑19 en Panamá, Sicarelle Holdings (empresa propiedad del empresario de origen gallego Juan Carlos López) concentró un número considerable de contratos estatales para servicios de limpieza, desinfección y mantenimiento en hospitales públicos.
La empresa acumula más de 10 adendas por contratación directa entre 2011 y 2024, adjudicándose montos que suman más de US$50 millones en esa década.
En febrero de 2025, un traslado presupuestal de más de US$7 millones vinculado a la empresa fue frenado por la Asamblea Nacional de Panamá tras denuncias sobre su operativa durante la pandemia.
Ante la presión pública, la empresa cambia su nombre comercial a Smart Health e inicia una campaña de “donaciones” para limpiar su imagen.
Cómo operó el negocio del dolor
Con los hospitales saturados y la salud pública en emergencia, los contratos de limpieza y bioseguridad se convirtieron en líneas directas al presupuesto estatal: necesidad, urgencia, poca competencia.
Sicarelle se posicionó como proveedor “de confianza” aprovechando la urgencia. La mezcla de crisis sanitaria + contratación acelerada generó una ventana de negocio que fue explotada.
Luego, el cambio de nombre (Smart Health) y una campaña de responsabilidad social sirvieron para intentar disfrazar esa operativa bajo un manto de “empresa responsable”.
Mientras el pueblo sufría, la emergencia sanitaria pasó de ser un problema de salud a una oportunidad de negocio. Esa dicotomía —el dolor que se convierte en ganancia— es quizá el núcleo más perturbador de “Operación Galicia”.
Implicaciones y posibles riesgos
Este tipo de modelo erosiona la confianza ciudadana en las instituciones públicas: cuando quien debería servirte en la crisis te ve como una fuente de ganancia, el contrato social se quiebra.
Además, abre precedentes peligrosos para futuras crisis: la emergencia deja de ser solo sanitaria y se convierte en espacio de sobornos, contratos directos y favoritismos.
El hecho de que la empresa mantenga todavía contratos activos mientras intenta rediseñar su imagen también plantea interrogantes sobre la transparencia y la rendición de cuentas.
Conclusión
En el rostro de la pandemia había lágrimas, incertidumbre, pérdidas humanas. Y al mismo tiempo, en la sombra, una empresa tejía contratos millonarios, extendía su red de influencias y cambiaba su nombre para seguir. Ese cruce entre el sufrimiento real de la gente y la maquinaria de negocio que se alimentó del estado de excepción es lo que bautiza esta historia como Operación Galicia. No es solo un caso de negocio: es la fotografía de cuando la salud pública, convertida en urgencia, fue también convertida en beneficio.
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