Nepal se encuentra sumida en el caos después de que manifestantes, mayoritariamente jóvenes de la «Generación Z», irrumpieran en el Parlamento y prendieran fuego al edificio principal, así como a residencias de altos funcionarios del gobierno. Esta escalada de violencia se produce tras la renuncia del primer ministro KP Sharma Oli y una semana de protestas inicialmente desencadenadas por la prohibición de redes sociales, pero que rápidamente evolucionaron hacia un movimiento más amplio contra la corrupción y el nepotismo.
El martes, cientos de manifestantes superaron la seguridad del Parlamento en Katmandú, incendiando el edificio y provocando densas columnas de humo que se elevaban sobre la capital. Las protestas, alimentadas por la frustración ante la corrupción generalizada y la falta de oportunidades para los jóvenes, también se dirigieron contra las residencias de figuras políticas clave. La casa del primer ministro Oli en Balkot fue incendiada, así como las propiedades de otros líderes como Sher Bahadur Deuba, Ram Chandra Poudel, Ramesh Lekhak y Pushpa Kamal Dahal. Incluso una escuela propiedad de la esposa de Deuba fue atacada.
La decisión del gobierno de bloquear el acceso a plataformas de redes sociales como Facebook, Instagram y X, la semana pasada, actuó como catalizador para la ira popular. Los jóvenes vieron esta medida como una flagrante violación de la libertad de expresión y un intento de silenciar las crecientes críticas contra el gobierno. A pesar de que la prohibición fue levantada el martes, el daño ya estaba hecho, y las protestas se intensificaron.
La represión policial contra las manifestaciones el lunes, que resultó en la muerte de al menos 19 personas y cientos de heridos, exacerbó aún más la situación. Testigos informaron que las fuerzas de seguridad abrieron fuego contra los manifestantes, muchos de los cuales sufrieron heridas de bala en la cabeza y el pecho. La indignación por estas muertes ha impulsado a los manifestantes a desafiar el toque de queda impuesto en Katmandú y otras ciudades.
El primer ministro Oli anunció su renuncia y prometió una investigación sobre los incidentes, así como compensación para las familias de las víctimas. Sin embargo, estas medidas no han logrado calmar la ira de la población, que exige un cambio fundamental en la forma en que se gestiona el país.
Las protestas, impulsadas por la llamada «Generación Z», reflejan una profunda desconfianza en los partidos políticos tradicionales y un deseo de transparencia y rendición de cuentas. Los jóvenes nepalíes sienten que la corrupción y el nepotismo han socavado sus oportunidades y los han obligado a buscar un futuro mejor en otros países.
La situación en Nepal sigue siendo tensa e impredecible. La ola de protestas y la respuesta del gobierno plantean serias preguntas sobre el futuro político y social del país. La comunidad internacional observa con atención la evolución de los acontecimientos, esperando que se encuentre una solución pacífica y democrática a esta crisis.