En medio del horror de la guerra, las madres de Ucrania se alzan como un muro inquebrantable, protegiendo no solo a sus familias, sino al mundo entero de la agresión rusa. Sus historias desgarradoras y su valentía inconmensurable son un testimonio de la fuerza del amor maternal.
Renat y Varvara, dos niños arrancados de los brazos de su madre en Mariupol, fueron enviados a un orfanato en Rusia. Su abuela incansable cruzó líneas enemigas para rescatarlos, reuniendo a la familia después de nueve meses de angustia interminable. Pero esta no es una historia aislada: más de 19.000 niños ucranianos se encuentran cautivos en Rusia, mientras sus familias luchan contra la incertidumbre.
Desde el inicio de la invasión rusa, las madres de Ucrania han sido cuidadoras, socorristas, médicas, soldados y el sostén de sus familias, luchando por la supervivencia de su país y del orden mundial democrático. Algunas, como Natalya Makovetska, han convertido su dolor en acción, uniéndose al ejército tras la muerte de su hijo en el frente. Otras, como Tetiana Yurychko, han ampliado sus familias para proteger a los niños huérfanos, acogiendo a diez pequeños bajo su techo, incluso en tiempos de guerra.
Pero la guerra también ha arrebatado vidas inocentes, como las de Anna Gaidarzhy y Tetiana Kravets, quienes intentaron proteger a sus bebés con sus propios cuerpos durante un ataque en Odesa. Sus hijos mayores ahora son huérfanos, enfrentando un futuro incierto.
Uno de los desafíos más difíciles para los padres en Ucrania es el sentimiento de impotencia ante la amenaza constante. Cada madre debe armarse de valor para responder a la pregunta «¿Mamá, vamos a morir hoy?» cuando suena la alarma antiaérea. Programas como «¿Estás bien?» luchan contra esta crisis de salud mental, brindando esperanza de un futuro en el que los niños ya no sean «hijos de la guerra».
Hoy, en el Día de la Madre, las madres ucranianas claman por la liberación de sus hijos cautivos en Rusia. Aunque individualmente pueden sentirse impotentes, unidas son un muro poderoso que mantiene a raya la agresión rusa contra el mundo. Sus corazones llevan fragmentos de misiles y balas, pero detrás de sus espaldas hay niños, no solo los suyos, sino los de todas las madres del mundo civilizado.