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Las elecciones al Parlamento Europeo de 2024 han enviado un mensaje claro: la mayoría de los votantes europeos siguen apostando por la integración y los valores democráticos. Sin embargo, el auge de la ultraderecha plantea serios desafíos para el futuro de la Unión Europea.
Según los resultados provisionales, los partidos proeuropeos -Partido Popular Europeo (PPE), Alianza de Socialistas y Demócratas (S&D) y los liberales- suman 402 de los 720 escaños. Esta mayoría, aunque reducida respecto a 2019, sugiere que el electorado respalda las políticas de unidad y cooperación internacional.
No obstante, la verdadera historia de estas elecciones es el preocupante ascenso de los grupos de derecha extrema. Los Conservadores y Reformistas (ECR) y el grupo Identidad y Democracia han aumentado su representación, con 73 y 58 escaños respectivamente. Este crecimiento refleja un descontento ciudadano que los partidos tradicionales no pueden ignorar.
La actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, favorita para la reelección, ha tendido la mano a socialdemócratas y liberales para formar una mayoría estable. Pero las condiciones son claras: no habrá pactos con extremistas. Katarina Barley del SPD alemán ha sido tajante: «Nunca nos subiremos a un barco con populistas y extremistas de derechas».
Esta polarización política plantea retos significativos. ¿Podrán los partidos mayoritarios abordar las preocupaciones que alimentan el voto extremista sin comprometer los valores europeos? ¿Serán capaces de forjar una agenda que promueva la inclusión, la sostenibilidad y el crecimiento económico para todos?
Las próximas semanas serán cruciales. La formación de grupos parlamentarios y la elección del nuevo presidente de la Comisión marcarán el tono para los próximos cinco años. Europa ha elegido la democracia, pero el precio de mantenerla intacta nunca ha sido tan alto.
