Gabriel Carrizo, quien aspira a la presidencia de la República por el Partido Revolucionario Democrático (PRD) y actual vicepresidente de la nación, se encuentra en la compleja tarea de poner en marcha la maquinaria del PRD de cara a las próximas elecciones. Si bien no es un camino exento de desafíos, Carrizo ha asumido la responsabilidad de sanar heridas internas que son inherentes a cualquier campaña electoral, donde hay tanto ganadores como perdedores.
Parte fundamental de su encomienda radica en capitalizar los aciertos de la actual administración del presidente Nito Cortizo, su mentor político, mientras enfrenta los errores que algunos funcionarios han cometido en el ejercicio de sus cargos. Adicionalmente, deberá ser un hábil negociador con los actuales diputados del PRD, quienes ostentan un poder significativo dentro del partido, aunque enfrentan desafíos ante la percepción negativa que rodea al Parlamento.
Los próximos meses cobrarán un papel crucial en la consolidación del apoyo monolítico del PRD, y posteriormente Carrizo deberá enfocarse en atraer a votantes externos. Su juventud es indudablemente una de sus mayores fortalezas, aunque es esencial que mejore su percepción mediática para llegar a un público más amplio.
No cabe duda de que Gabriel Carrizo, uno de los candidatos más jóvenes en la contienda, figura como uno de los favoritos en la próxima elección. Su triunfo dependerá en gran medida de su habilidad para consolidar el partido bajo la sombra de Omar Torrijos, donde su padrino político, Carlos Duque, ocupó la posición de presidente vitalicio del colectivo.
En una reciente gira por la zona de Azuero, Carrizo enfatizó la importancia de escuchar a las bases y mantener un contacto constante con la comunidad en su patrullaje doméstico. Esta estrategia apunta a reforzar los lazos con la población y entender sus necesidades, una práctica esencial en la construcción de una plataforma política sólida y cercana a las aspiraciones de la ciudadanía.