El ajuste económico implementado por el gobierno de Javier Milei en Argentina está dejando una estela de consecuencias en la mesa de los argentinos. En un país donde la carne, la leche y la yerba mate son alimentos emblemáticos, su consumo ha caído a niveles sin precedentes, reflejando el impacto del «ajuste más grande de la historia», como lo ha definido el propio gobierno.
Las cifras son elocuentes: en el primer trimestre de 2024, el consumo de leche se desplomó un 18,7%, mientras que el de carne vacuna se contrajo un 17,6%, alcanzando su registro más bajo en tres décadas. Incluso la yerba mate, considerada inelástica en la demanda argentina, vio una caída del 9,2% en su consumo interno.
Detrás de estos datos se esconde una cruda realidad: los bolsillos de los argentinos se han vaciado drásticamente. La reducción del 13% del gasto público en relación al PIB, la devaluación de la moneda y la contención de salarios y jubilaciones han golpeado duramente el poder adquisitivo de la población. Según el Centro de Investigación y Formación de la Central de Trabajadores de la Argentina, el salario mínimo ha perdido un tercio de su valor desde que Milei asumió la presidencia.
Sin embargo, el panorama no es completamente sombrío para los productores. Paradójicamente, la crisis del consumo interno se ha visto compensada por un aumento en las exportaciones de estos productos. La leche en polvo, la carne vacuna y la yerba mate han encontrado un respiro en los mercados internacionales, donde sus precios se han disparado.
Esta situación plantea un dilema para el gobierno de Milei: mientras su ajuste parece estar logrando reducir la inflación, también está generando una recesión profunda y un empobrecimiento de amplios sectores de la población. La pregunta es si este costo social es sostenible a largo plazo y si las exportaciones serán suficientes para equilibrar la balanza.
En última instancia, la caída histórica en el consumo de estos alimentos tan arraigados en la cultura argentina es un símbolo de los tiempos convulsos que vive el país. Un recordatorio de que las políticas económicas, por más necesarias que parezcan, siempre tienen un impacto humano tangible.