La economía china, frecuentemente criticada por su exceso de inversión y estadísticas infladas, enfrenta un nuevo escrutinio. Datos recientes revelan una alarmante debilidad en la inversión en infraestructura, manufactura y construcción, generando dudas sobre la veracidad de las cifras y el futuro económico del gigante asiático.
En los primeros nueve meses de 2025, la inversión en activos fijos en China alcanzó los 37,2 billones de yuanes (5,2 billones de dólares). A pesar de la magnitud de la cifra, representa una caída del 0,5% con respecto al año anterior, marcando la primera contracción en más de tres décadas, excluyendo el período de la pandemia de COVID-19. La situación se agudizó en el tercer trimestre, con una contracción del 6,6%.
Este desplome ha sido interpretado por algunos como el inicio del declive predicho por los detractores de la economía china. Sin embargo, hasta el verano, el sector inmobiliario en declive se veía compensado por la inversión en otras áreas. La reciente caída generalizada ha generado interrogantes sobre las causas subyacentes.
Una posible explicación se encuentra en la campaña gubernamental contra la «involución», un término utilizado para describir la competencia desleal. Las autoridades chinas buscan erradicar las guerras de precios y las agresivas estrategias de mercado que surgen de la sobreinversión y la sobrecapacidad. Los gobiernos locales, tradicionalmente incentivados a impulsar empresas líderes, ahora enfrentan presiones para evitar iniciativas precipitadas.
Sin embargo, esta explicación no encaja completamente con los datos. Adam Wolfe, de Absolute Strategy Research, señala que la debilidad de la inversión no se concentra en los sectores directamente afectados por la campaña anti-involución. Por ejemplo, a pesar de las críticas a los fabricantes de automóviles por la reducción de precios, su inversión creció un 19% en los primeros nueve meses del año.
Otra teoría sugiere que los gobiernos locales, incentivados por la flexibilización en la emisión de bonos, están utilizando fondos destinados a la inversión para cubrir deudas ocultas. Zhao Wei, de Shenwan Hongyuan, estima este déficit en unos 400.000 millones de yuanes, una cantidad significativa que podría explicar parte de la desaceleración.
Andrew Batson, de Gavekal Dragonomics, plantea una hipótesis alternativa: las cifras mensuales podrían estar subestimando el desempeño real de la economía china. Los gobiernos locales, buscando demostrar su compromiso con la campaña anti-involución, podrían estar reportando cifras de inversión menores a las reales, ajustando así estadísticas previamente infladas.
Esta teoría se ve respaldada por la aparente contradicción entre las cifras de inversión y la contribución del gasto de capital al crecimiento del PIB en el tercer trimestre. Según la Oficina Nacional de Estadística de China, el gasto de capital contribuyó con casi una quinta parte del crecimiento, lo que implicaría un crecimiento de la inversión superior al 2% interanual.
La respuesta del gobierno chino ha sido hasta ahora moderada, sugiriendo una falta de pánico. Se han autorizado inversiones por valor de 500.000 millones de yuanes a través de bancos de desarrollo y se ha flexibilizado la cuota de bonos para los gobiernos locales.
En resumen, el desplome de la inversión china plantea dos posibles escenarios: o los gobiernos locales están reportando con precisión una crisis de inversión, ante la cual el gobierno central reacciona con cautela, o están manipulando los datos para alinearse con la política anti-involución. Ninguna de las dos opciones resulta totalmente tranquilizadora, dejando un velo de incertidumbre sobre la verdadera salud de la economía china y su impacto en la economía global.
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