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Un nuevo estudio ha encendido el debate sobre la edad adecuada para que los niños tengan su primer smartphone. La investigación, publicada en la revista Pediatrics, vincula el uso temprano de estos dispositivos, alrededor de los 12 años, con un mayor riesgo de depresión, obesidad y problemas de sueño en la adolescencia. Este hallazgo, proveniente del Children’s Hospital of Philadelphia en colaboración con las universidades de California en Berkeley y Columbia, se basa en el análisis de datos de más de 10,000 adolescentes estadounidenses participantes en el Estudio sobre el Desarrollo Cognitivo del Cerebro Adolescente, un seguimiento a largo plazo del desarrollo cerebral infantil.
El estudio revela que el 63.6% de los participantes ya poseía un smartphone, con una edad promedio de adquisición de 11 años. Los niños que tenían un teléfono inteligente a los 12 años mostraron un 31% más de probabilidades de sufrir depresión, un 40% más de obesidad y un 62% más de falta de sueño, en comparación con aquellos que aún no tenían estos dispositivos. Esta correlación se mantuvo incluso considerando factores como el nivel socioeconómico y la supervisión parental.
El Dr. Ran Barzilay, autor principal del estudio, enfatiza que la investigación no se centró en el uso que los niños daban a sus teléfonos, sino en el simple hecho de poseer uno a esa edad. La comparación entre preadolescentes que recibieron su primer teléfono entre los 12 y 13 años y aquellos que no lo tenían mostró que el primer grupo exhibía más signos de malestar emocional y un descanso menos reparador. Esto sugiere que la adolescencia temprana es una etapa particularmente vulnerable a cambios en los hábitos de sueño y bienestar.
Si bien el estudio no prueba una relación de causa y efecto, se suma a la creciente evidencia sobre los efectos perjudiciales del uso temprano de smartphones en el desarrollo cognitivo. Investigaciones anteriores han asociado estos dispositivos con problemas de atención, menor autonomía en el juego y menos tiempo para actividades esenciales para el desarrollo.
Ante este panorama, ¿deberían prohibirse los smartphones a los niños? La respuesta no es sencilla. Los expertos reconocen que estos dispositivos también pueden fortalecer las conexiones sociales, apoyar el aprendizaje y facilitar el acceso a información valiosa. Además, muchas familias los consideran herramientas importantes para la seguridad y la comunicación. Sin embargo, el mensaje clave es que la decisión de dar un smartphone a un niño debe considerarse cuidadosamente, como un factor importante para su salud.
Los investigadores recomiendan a los padres establecer reglas claras sobre el uso de smartphones, especialmente durante la noche, y revisar conjuntamente los ajustes de privacidad y los contenidos que consumen sus hijos. Según datos del Pew Research Center, en 2024, el 95% de los adolescentes estadounidenses de 13 a 17 años tenía un smartphone, y la penetración alcanza incluso a los más pequeños.
El estudio no establece una edad ideal para el primer smartphone, pero sí sugiere que recibirlo demasiado pronto puede tener consecuencias negativas en la salud de los adolescentes. Investigaciones futuras buscarán identificar qué aspectos del uso de estos dispositivos se asocian a los efectos adversos y qué jóvenes son más vulnerables.
Mientras tanto, el debate continúa. Varias escuelas han optado por prohibir los teléfonos, y los expertos advierten sobre los riesgos del tiempo excesivo frente a las pantallas. La profesora Jacqueline Nesi de la Universidad de Brown señala que no es necesario esperar pruebas concluyentes para tomar decisiones informadas sobre el uso de la tecnología por parte de los niños. El Dr. Barzilay subraya la necesidad de una respuesta colectiva, involucrando a padres, responsables políticos y la comunidad en general, para mitigar los posibles riesgos asociados al uso temprano de smartphones.
