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En los momentos en que más se necesita el temple de los líderes, el país asiste a un espectáculo de silencio ensordecedor. Dos figuras que durante cinco años ostentaron los más altos cargos de la nación —Laurentino “Nito” Cortizo y José Gabriel “Gaby” Carrizo— hoy parecen haberse esfumado del mapa político.
El liderazgo que alguna vez prometieron se deshace como papelillo bajo la lluvia: frágil, liviano y sin sustancia.
El silencio de los responsables
Mientras sus exfuncionarios enfrentan acusaciones, investigaciones y señalamientos públicos, los dos hombres que debieron ser sus guías guardan un mutismo incómodo.
¿Dónde están Nito y Gaby?
¿Dónde quedaron los discursos de “honestidad, transparencia y compromiso con el país”?
Hoy cada exfuncionario del PRD parece navegar solo, intentando salvarse como pueda, en un mar político revuelto y sin capitán.
Ese es el legado más evidente de su administración: un liderazgo ausente que se diluye en la nada.
Del discurso al abandono
Durante su gobierno, Nito Cortizo se presentaba como un hombre de palabra y valores, mientras Gaby Carrizo proyectaba la imagen del heredero natural del liderazgo partidista.
Sin embargo, al cerrar el telón del poder, ambos desaparecieron del escenario. Ni una palabra, ni un gesto, ni una defensa pública hacia quienes los acompañaron fielmente.
El “equipo” se disolvió al primer viento de rendición de cuentas.
Y es que cuando el liderazgo es de papelillo, basta una brisa para que se desintegre.
El costo político del abandono
El pueblo panameño observa.
Y en política, el silencio también habla.
Habla de cobardía, de cálculo o de simple indiferencia.
Nito y Gaby parecen haber elegido el camino más fácil: el de la invisibilidad.
Pero la historia no olvida a quienes desaparecen cuando el barco se hunde.
Porque los verdaderos líderes no se esconden, dan la cara, defienden, asumen y enfrentan.
Eso se llama responsabilidad, no discurso.
Conclusión: Un liderazgo que nunca fue
Hoy, cuando el país busca referentes de coherencia y carácter, Nito Cortizo y Gaby Carrizo representan lo contrario: la inconsistencia, la falta de compromiso y la renuncia moral a su propio legado.
Su liderazgo fue, y sigue siendo, un papelillo que el viento se llevó.
