El Salvador da un paso audaz hacia la transformación social con una medida que podría parecer simple, pero cuyas implicaciones son profundas. El presidente Nayib Bukele ha anunciado la implementación del «Reglamento para la Promoción de la Cortesía Escolar», que entrará en vigor el 1 de septiembre en todos los centros educativos públicos del país.
Una Revolución Silenciosa
En un mundo donde la tecnología ha transformado la comunicación y las redes sociales han redefinido las relaciones humanas, Bukele apuesta por algo aparentemente anacrónico: las buenas maneras. Palabras tan básicas como «Buenos días», «Por favor» y «Gracias» se convertirán en requisitos fundamentales para la progresión académica de los estudiantes salvadoreños.
Esta medida trasciende lo meramente educativo para adentrarse en el terreno de la ingeniería social. El gobierno salvadoreño reconoce que la cortesía no es solo un adorno cultural, sino un pilar fundamental para la construcción de una sociedad más armoniosa y respetuosa.
Más Allá de las Palabras
El nuevo reglamento no se limita a exigir fórmulas de cortesía mecánicas. Su objetivo es más ambicioso: crear una cultura de respeto mutuo que permee toda la experiencia educativa. Estudiantes, docentes y personal administrativo estarán sujetos a estas normas, creando un ecosistema donde la cortesía se convierte en la norma, no en la excepción.
La medida llega en un momento crucial para El Salvador, un país que ha experimentado transformaciones significativas en materia de seguridad bajo la administración Bukele. Si la guerra contra las pandillas cambió las calles, esta iniciativa busca transformar las mentes y los corazones desde la raíz.
El Poder de lo Cotidiano
Los críticos podrían argumentar que el país tiene problemas más urgentes que resolver. Sin embargo, la apuesta de Bukele por la cortesía escolar refleja una comprensión profunda de cómo se construyen las sociedades exitosas: desde los cimientos, con valores sólidos y comportamientos que se practican diariamente.
Un «Buenos días» no es solo un saludo; es el reconocimiento del otro como persona digna de respeto. Un «Gracias» no es mera formalidad; es el reconocimiento de la interdependencia humana. Estos pequeños actos de cortesía tejen el fabric social que sostiene a las comunidades prósperas.
Riesgos y Oportunidades
La implementación efectiva de esta medida enfrentará desafíos significativos. ¿Cómo se medirá la sinceridad de la cortesía? ¿Existe el riesgo de crear comportamientos artificiales que no reflejen verdaderos valores? ¿Están los educadores preparados para ser tanto instructores académicos como formadores de carácter?
Sin embargo, las oportunidades superan los riesgos. Si El Salvador logra institucionalizar la cortesía en sus escuelas, estará creando una generación de ciudadanos con habilidades sociales superiores, mejor preparados para el mundo laboral y más comprometidos con la convivencia pacífica.
Un Experimento Social Ambicioso
La medida de Bukele es, en esencia, un experimento social de gran escala. El presidente está apostando a que una inversión en civilidad producirá dividendos en términos de cohesión social, productividad y bienestar general.
En una región donde la violencia y la desconfianza han marcado generaciones, esta iniciativa representa una visión alternativa del desarrollo nacional. No solo se trata de crecer económicamente, sino de crecer como sociedad, fortaleciendo los vínculos que nos unen como seres humanos.
El Futuro en Juego
El éxito de esta política se medirá no solo en el cumplimiento de las normas, sino en la transformación gradual de la cultura salvadoreña. Si los estudiantes de hoy internalizan verdaderamente estos valores de cortesía y respeto, El Salvador podría estar sentando las bases para convertirse en un modelo de convivencia para toda América Latina.
La revolución de Bukele comenzó en las calles con la seguridad. Ahora se traslada a las aulas con la cortesía. Solo el tiempo dirá si esta apuesta audaz por los valores tradicionales puede coexistir exitosamente con las demandas del mundo moderno.
En un continente donde la polarización y el conflicto parecen ser la norma, El Salvador se atreve a soñar con una sociedad donde «Buenos días» no sea solo un saludo, sino el fundamento de una nueva forma de convivir.