El pasado 31 de julio, el expresidente Martín Torrijos Espino volvió a acaparar titulares al anunciar su intención de encabezar un nuevo movimiento político en Panamá. Lejos de tratarse de una simple jugada mediática o un intento desesperado por volver al centro del debate nacional, la iniciativa plantea un reordenamiento de fuerzas que podría cambiar el mapa político de cara a los próximos años.
Torrijos no es un improvisado. Hijo del general Omar Torrijos Herrera —figura histórica del nacionalismo panameño y arquitecto de los tratados Torrijos-Carter que devolvieron el Canal a manos panameñas—, Martín Torrijos encabezó la presidencia del país entre 2004 y 2009. Su gobierno fue recordado por la implementación de reformas clave como la transformación del sistema de pensiones y el impulso a la ampliación del Canal de Panamá, decisiones difíciles pero necesarias en su momento.
Tras una carrera marcada por luces y sombras, y una candidatura independiente en 2024 que no logró conectar del todo con el electorado, Torrijos parece haber identificado con claridad el nuevo vacío político que vive el país: un electorado huérfano de liderazgo serio, ético y con experiencia. Su nuevo proyecto político no se presenta como un regreso nostálgico al pasado, sino como una respuesta a la fragmentación del liderazgo, a la pérdida de rumbo del PRD —partido del cual fue figura prominente— y a la decepción que han provocado agrupaciones emergentes como VAMOS o MOCA, que no han logrado aún trascender el discurso y convertir sus ideales en resultados concretos.
Este nuevo movimiento —del cual aún se desconocen nombre y estructura— parece encaminado a atraer a cientos de cuadros medios y bases decepcionadas del actual PRD, agrupación que ha perdido conexión con sus raíces torrijistas y se encuentra fracturada y deslegitimada tras el escándalo de la descentralización paralela y otros casos de corrupción. El éxodo de figuras con trayectoria, pensamiento progresista y vocación de servicio hacia este nuevo colectivo encabezado por Torrijos es una posibilidad real que ya genera tensión interna en varios circuitos del país.
La decisión de Torrijos no puede entenderse en el vacío. Su lectura del escenario actual es certera: una ciudadanía fatigada por la inexperiencia de nuevos actores que han confundido la política con el espectáculo, el activismo digital con la verdadera transformación institucional. Torrijos ofrece, en cambio, experiencia de Estado, capacidad de gestión y una mirada estructurada de largo plazo. Puede o no gustar su estilo, pero no se puede negar su formación técnica ni su conocimiento de la administración pública.
Eso sí, el camino no será fácil. La sombra del pasado y el peso de una sociedad que reclama justicia, eficiencia y transparencia lo obligan a rodearse de un equipo renovado, plural, que no repita los vicios del clientelismo ni las prácticas tradicionales que tanto daño han hecho al país. Este nuevo proyecto político debe responder con hechos a las dudas legítimas que pueda tener la ciudadanía sobre sus verdaderas intenciones.
Si Torrijos logra capitalizar el momento, construir una plataforma programática sólida, convocar a líderes honestos y mantener el respeto a los valores democráticos, podría convertirse en un actor fundamental para una nueva etapa de reconstrucción política nacional.
Panamá no necesita más partidos: necesita liderazgos con visión. La historia dirá si esta nueva apuesta de Martín Torrijos está a la altura de los desafíos de la hora.
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