Las tensiones internas en Europa se han intensificado tras el reciente acuerdo comercial entre la Unión Europea (UE) y Estados Unidos, generando inquietud en los mercados financieros y críticas desde diversas capitales europeas. El acuerdo, negociado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha provocado una caída del euro y descensos en las principales bolsas europeas.
El acuerdo establece un arancel del 15% sobre la mayoría de los productos europeos exportados a Estados Unidos, además de compromisos de la UE para comprar energía estadounidense por 750.000 millones de dólares y realizar inversiones adicionales por 600.000 millones de dólares. Maros Sefcovic, comisario europeo de Comercio, defendió el pacto, argumentando que es preferible a una guerra comercial con Estados Unidos.
Sin embargo, las críticas no se han hecho esperar. En Francia, el primer ministro François Bayrou calificó el acuerdo como una capitulación ante el poderío estadounidense, describiendo la jornada como «un día sombrío» para Europa. Madrid también había presionado para una línea más dura contra Washington, aunque el presidente español, Pedro Sánchez, expresó su apoyo al acuerdo «pero sin ningún entusiasmo». Sánchez instó a los europeos a fortalecerse en todas las áreas y desarrollar relaciones comerciales con otros países.
En contraste, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, recibió el acuerdo positivamente, argumentando que evitaría consecuencias devastadoras de una escalada comercial. Consideró el nivel arancelario del 15% como “sostenible” y solicitó un plan de apoyo para las industrias europeas afectadas. El canciller alemán, Friedrich Merz, también defendió el pacto, viéndolo como una manera de evitar una escalada arancelaria. La ministra de Economía alemana, Katherina Reiche, lo describió como “desafiante para nuestra economía, pero proporciona certidumbre”.
Los líderes de extrema derecha también criticaron el acuerdo. Alice Weidel, de Alternativa para Alemania (AfD), lo calificó como una “bofetada a consumidores y productores europeos”. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, comparó desfavorablemente el acuerdo de la UE con el logrado por Reino Unido, mientras que el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, predijo una mayor desindustrialización de Europa.
Los sectores industriales también expresaron preocupaciones. La Federación de Industrias Alemanas advirtió que el acuerdo dañaría la “industria orientada a la exportación” del país, mientras que la industria química alemana lamentó que los aranceles fueran “demasiado altos”. Eurofer, representando al sector siderúrgico europeo, advirtió que el arancel del 15% añadiría una “enorme carga” a sus miembros.
Las empresas europeas reflejaron esta inquietud, con caídas en las acciones de automotrices alemanas como Volkswagen, BMW y Porsche, así como en el sector de bebidas, como Pernod Ricard.
El Parlamento Europeo también ha criticado duramente el acuerdo, calificándolo de “delirante”, “vergüenza” y “capitulación”. Jörgen Warborn, del Partido Popular Europeo, denunció la violación de los principios de la Organización Mundial del Comercio, mientras que Brando Benifei, de los socialdemócratas, señaló que el pacto obtuvo peores condiciones que las acordadas entre Reino Unido y Washington. La presidenta de los liberales, Valérie Hayer, criticó el alto precio que la UE está pagando por mantener un superávit comercial con Estados Unidos. Bas Eickhout, de los Verdes, mostró preocupación por la compra de productos energéticos estadounidenses.
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