Contrario a las lecturas precipitadas de ciertos sectores políticos y mediáticos, el gran ganador del 1 de julio no fue una bancada ni una alianza coyuntural de partidos en la Asamblea Nacional. El verdadero triunfo fue para el Presidente José Raúl Mulino y la Democracia panameña.
¿Una contradicción? Para nada. El ejercicio democrático mostró su vigor: se eligió una nueva junta directiva del Legislativo sin imposiciones del Ejecutivo, sin chantajes evidentes y, sobre todo, sin injerencias. El presidente Mulino no impuso ni forzó candidatos, a diferencia de otras épocas donde el Ejecutivo presionaba al Legislativo con prebendas o amenazas soterradas. Esta vez, hubo independencia real y madurez institucional.
El fin de una narrativa forzada
Desde el inicio de su mandato, muchos insistieron en construir una narrativa que vinculaba la legitimidad de Mulino únicamente a su cercanía con el expresidente Ricardo Martinelli y al respaldo del partido Realizando Metas. Pero los hechos han demostrado lo contrario.
En el primer año de gestión legislativa, el candidato impulsado por Martinelli, el diputado Camacho, fue derrotado. En esta segunda oportunidad, la candidata oficialista Shirley Castañedas también fue vencida. Es decir, la influencia directa de Martinelli en el Legislativo ha sido ineficaz en dos ocasiones consecutivas.
Esto no solo despeja las dudas sobre la supuesta “dependencia política” de Mulino, sino que lo libera, incluso simbólicamente, de esa pesada mochila. El presidente ya no es rehén del pasado, ni rehén de ningún caudillo. Hoy se consolida como una figura propia, con una agenda propia y con el respaldo de una nación que exige resultados y coherencia, no lealtades partidistas ciegas.
Una Asamblea libre… y un Ejecutivo enfocado
Lejos de una derrota, lo ocurrido el 1 de julio representa una gran oportunidad política para el Ejecutivo. La nueva junta directiva de la Asamblea no está atada a un solo partido, sino que nace del consenso plural, del cálculo parlamentario y, sobre todo, de la necesidad de responderle al país. Eso, en un sistema democrático real, fortalece al Gobierno.
El Ejecutivo podrá ahora presentar proyectos como el Presupuesto General del Estado —que el ministro Felipe Chapman tiene listo para su discusión— sin cargar con la presión de tener que complacer únicamente a una bancada específica. Esto abre la puerta para una discusión seria, técnica y transparente, que el país reclama con urgencia.
Asimismo, iniciativas estratégicas como:
- El embalse del Río Indio,
- La reforma al sistema de pensiones,
- La agenda energética,
- El proyecto del Tren Panamá-David,
- El adecentamiento de la administración pública
- Y el manejo definitivo del contrato minero
…podrán transitar institucionalmente, sin la toxicidad del cálculo partidista o las presiones internas de aliados incómodos.
La hora de brillar con luz propia
El expresidente Martinelli hoy se encuentra fuera del país. Su protagonismo, otrora permanente, ha cedido ante una realidad política más compleja y dinámica. Realizando Metas, por su parte, debe repensar su rol en la Asamblea si desea seguir siendo un actor relevante. Pero ese proceso deberá darse en el terreno, no en yates ni desde redes sociales.
Mientras tanto, el presidente Mulino tiene ante sí el momento ideal para consolidar su propio legado. Con una visión clara, un equipo económico comprometido y una voluntad de hierro para enfrentar los problemas estructurales del país, este segundo año de gobierno puede marcar el punto de inflexión hacia el progreso verdadero.
Ya lo ha demostrado: se atrevió a enfrentar temas que otros solo pateaban hacia adelante. Se enfrentó a la crisis de la Caja de Seguro Social con decisión, a la corrupción con denuncias concretas (como la del MOP por $1,800 millones), y a la violencia con operativos masivos, sin mirar a quién.
La democracia salió fortalecida el 1 de julio. Y Mulino también. Porque ser presidente no es controlar todo, es saber gobernar incluso cuando no se tiene todo el control. Hoy, más que nunca, el país necesita estadistas, no caudillos. Y ese es el camino que ha comenzado a andar José Raúl Mulino.