Definitivamente, Panamá sigue sorprendiendo a propios y extraños con su oferta gastronómica. En esta ocasión, nos adentramos en la experiencia que ofrece Villa Ana, un restaurante ubicado en el corazón del Casco Antiguo, que se ha posicionado como la mejor experiencia culinaria hasta ahora en 2025.
La velada comenzó en una mesa compartida por ocho parejas, conformadas por centroamericanos y una colombiana, unidos en torno a una selección de finos manjares y acompañados por vinos y bebidas espirituosas que enriquecieron la experiencia. Nuestro autoproclamado planner tomó la iniciativa de ordenar todas las entradas del menú para compartir, permitiéndonos degustar una variedad de sabores únicos perfectamente entrelazados.
Entre las entradas destacaron:
- Emparedado de Langosta: Pan de la casa relleno de una ensaladilla de langosta, aderezada con mayonesa de apio y eneldo
- Dátiles y Jamón Iberico sobre queso crema de cabra: Este plato me volo los sentidos, regresaría solo por el y un buen merlot con papas sopladas y crema de cítricos con cebollina.
- Risotto Verde: Un cremoso y al dente risotto con una salsa verde de Edamame fue una seda al paladar
Cada bocado era una explosión de sabores que deleitan el paladar y preparaba el escenario para los platos fuertes.
Al avanzar la noche, cada comensal eligió su plato principal. Personalmente, me sorprendió gratamente el Tajine de Cordero, un guiso marroquí que, fue preparado con maestría, presentando una carne tierna y especias que evocaban tierras lejanas. La Corvina Frita logró resaltar sabores olvidados de nuestro Pacífico, mientras que el Lechón fue simplemente sublime, con una piel crujiente y una carne jugosa que se deshacía en la boca.
Villa Ana no es solo un restaurante; es una experiencia sensorial completa. Ubicado frente al Parque Catedral en el Casco Antiguo, este establecimiento ocupa una casona histórica que ha sido restaurada con esmero, respetando su arquitectura original y añadiendo toques de elegancia y sofisticación. La decoración te transporta a los años 20, con detalles que reflejan la opulencia de esa época. Al ingresar, se solicita a los comensales que guarden sus teléfonos móviles en fundas especiales, promoviendo así una desconexión digital y una conexión más profunda con la compañía y el entorno.
El servicio es impecable, con un personal atento y conocedor que se asegura de que cada detalle sea perfecto. Desde la descripción detallada de cada plato hasta la recomendación de maridajes, la atención es personalizada y cálida. Además, la casa cuenta con varios niveles, cada uno ofreciendo una experiencia distinta: desde una terraza con vista a la Plaza Independencia hasta un ático y un cigar room, ideales para disfrutar de un buen habano y una copa de ron en un ambiente íntimo y exclusivo.
La historia de Villa Ana se entrelaza con la del Casco Antiguo. Construida en la primera mitad del siglo XX sobre el baluarte militar de Oriñón, esta residencia es un excelente ejemplo del estilo arquitectónico revival hispánico, popular entre 1915 y 1931. Se dice que en sus salones se celebraban fastuosas fiestas, y que su anfitriona, Ana Arias, era conocida por su belleza y carisma, convirtiéndose en una figura emblemática de la sociedad panameña de la época.
Aunque la velada continuó hasta altas horas, tuve que retirarme antes debido a mis responsabilidades paternas. Sin embargo, me queda la promesa de regresar para explorar más a fondo el speakeasy y ese rincón secreto dedicado a los habanos. Quizás, entre bocanada y bocanada, pueda entrelazarme con los espíritus de esta vieja casona y, quién sabe, tal vez vislumbrar la silueta de Ana Arias, la legendaria anfitriona de espectaculares fiestas de antaño.
En resumen, Villa Ana ofrece una experiencia culinaria y sensorial inigualable en el Casco Antiguo de Panamá. La combinación de historia, gastronomía de alto nivel, servicio excepcional y un ambiente que evoca épocas doradas, la convierten en una visita obligada para locales y visitantes. Sin duda, lo mejor que Panamá ha ofrecido en 2025 hasta ahora.