El panorama político en Estados Unidos ha dado un giro inesperado con la renuncia de Joe Biden a la reelección y su respaldo a la vicepresidenta Kamala Harris, quien se perfila como la candidata demócrata oficial en agosto. Con más de 81 millones de dólares recaudados en las primeras 24 horas tras el anuncio, el sector empresarial y los votantes están evaluando las implicaciones económicas de una posible presidencia de Harris.
Dan Mallinson, profesor asociado de Política Pública y Administración en la Universidad Estatal de Pensilvania, señala que «Harris tiende a ser más progresista que Biden, aunque no estoy convencido de que haya una gran diferencia en la economía». Ambos líderes apoyan políticas laborales y de seguridad social robustas, como la ampliación del permiso parental y programas como Medicaid y Medicare.
Un aspecto crucial para los líderes empresariales es cómo las políticas de Harris podrían frenar algunas de las iniciativas de Donald Trump, especialmente su programa «America First». Trump ha propuesto aumentos arancelarios significativos que podrían elevar los precios y generar más inflación. Mallinson agrega que «una política arancelaria generalizada reduciría la competencia y aumentaría los precios para los estadounidenses más afectados».
Harris, como fiscal general, fue dura con las petroleras y los bancos, y ha respaldado iniciativas económicas clave de Biden, como el desarrollo de la energía verde y la Ley del Plan de Rescate de 2021. Sin embargo, Harris aún tiene el desafío de definir su propio espacio mientras defiende los logros de la administración actual.
Con el respaldo financiero y político en aumento, Harris tiene la oportunidad de convertirse en la primera mujer presidenta de Estados Unidos. Su capacidad para reducir la inflación y crear empleo será clave para ganar el apoyo de los votantes y asegurar su lugar en la historia política del país.